Mujeres Superpoderosas: Belen Altuve Blanton, el milagro de sus ganas de vivir (2da parte)

La mejor forma de honrar a la mujer Venezolana, a la mujer latina un día como hoy, es con la segunda parte de la historia de Belén. Les juro que trate de resumir...

Me sigue contando Belén:

En mayo de 1987 llegué a Carolina del Norte, entré a la universidad donde comencé a estudiar inglés. Súper contenta y feliz, la mejor época de mi vida, conocí muchísima gente. Al pasar 4 meses, tenía que devolverme a Venezuela y yo no quería, me dije ¿Ahora que invento? Así que le dije a mi papá que todavía no había aprendido bien el idioma, que necesitaba seguir estudiando, pero la universidad era muy cara, así que me metí en un Colegio Comunitario.

Entre 1988-89 mi papá me dijo que ya era tiempo de volver, y yo le dije que iba estudiar una carrera, así que estudié computación, me gradúe y conseguí un trabajo, allí conocí a mi primer esposo.

Volví de visita a Venezuela con mi prometido, pasé unos días con mi familia y allí él pidió mi mano en matrimonio. Nos casamos en 1990, de esa unión nació mi hijo Néstor en 1992, el amor de mi vida. Mi primer esposo era 10 años mayor que yo, tenía problemas con la bebida y yo soy una persona que jamás me he considerado una víctima, no me aguanto esas cosas, decidí ser feliz; así que me divorcié.

Pasé un año soltera, me mudé a Charlotte, seguí trabajando y criando a mi hijo. Un día conocí a muchacho en una discoteca, era todo un galán y varios años menor que yo, me casé con él. No duramos 6 meses. Me casé, por los convencionalismos sociales, pensando en mis padres, pensando en el que dirán si vivo con una pareja sin casarme. Descubrí que los prejuicios sociales no te dan la felicidad.

Mi vida siguió, trabajando, disfrutando, feliz y tranquila. En esa época se vino a este país mi prima, mi hermana de vida Gloria, ella llegó a Orlando. Pero cuando ella se casó se mudaron para Jacksonville y me dijo que me fuera para allá, para así estar más cerca. En ese momento yo trabajaba en un banco, solicité un cambio y me hicieron mi traslado.  Mi hijo Néstor tenía 6 años.

Seguí trabajando y en esa época Gloria comienza a decirme que tenía que conocer gente, que no podía seguir sola. Yo no quería casarme nuevamente. Pero ella insistió, me habló de un portal llamado Matchmaker.com, así que hicimos mi perfil. Conocí mucha gente; en internet eran unos príncipes y en persona eran unos sapos. Estaba cansada, decidí no conocer a nadie más.

Fue entonces cuando recibí un correo de John a través de la página. Cabe destacar, que todos los hombres que me escribieron antes me decían que querían algo serio, pero eran una cosa en la página y otra en persona;  sus perfiles no tenían nada que ver con la realidad. En cambio John me escribió “Hola mi nombre es John, estoy recién divorciado, me encantan tus fotos, quisiera salir contigo y pasar un buen rato juntos”

…Y yo me dije ¡A este tipo que le pasa! De todas formas revisé su perfil y lo que encontré fue la historia de un hombre recién divorciado que lo que quería era un living la vida loca. Así que no le contesté, pero él seguía insistiendo. Hasta que yo le respondí: “mira, yo creo que lo que tú estás buscando, no es lo que yo quiero. Yo deseo estar con una persona y tú estás recién divorciado”. John me respondió: ¿Por qué no nos damos la oportunidad de conocernos?  Yo le dije, está bien, dame tu teléfono y yo te llamo (tan solo para quitármelo de encima) sin la más mínima intención de llamarlo. Pero Gloria comenzó a insistir, ¿Porque no lo vas a conocer? ¿Cuál es el problema?

La primera vez que lo llamé por teléfono nos quedamos hablando un buen rato, yo no sabía cómo era, su perfil no tenía fotos. Mantuvimos el contacto por esa vía por un  tiempo. Hasta que por fin decidimos conocernos cara a cara. Dejé a mi hijo Néstor con una amiga e hicimos una clave: le dije, sí me gustaba el tipo yo la iba a llamar y le iba a decir que Néstor estaba bien. Si no me gustaba el tipo le iba a decir que tenía fiebre.

Eso fue un agosto,  nos conocimos y así comenzó nuestra relación. En esa época John estaba en la naval y tuvo que quedarse en el submarino hasta el mes de noviembre, durante todo ese tiempo me escribió cartas maravillosas. De repente, me empezó a dar una fiebre, Y yo no sabía que era, en ese entonces yo no tenía muchos doctores aquí, tuve que llamar a mi médico de Venezuela:  el Dr. Iván Mendoza, le conté que me daba fiebre, me tomaba una pastilla y el efecto me duraba solo 10 minutos, su respuesta fue: no sé cómo vas a hacer ni como es el proceso allá, pero tienes que hacerte un cultivo en la sangre, pues puedes tener endocarditis (una bacteria en el corazón). Ningún doctor me lo quería hacer aquí, hasta que llegué a un médico latino, y le dije a mi no me interesa si el seguro lo cubre o no, pero yo necesito ese examen. Me lo hicieron.

Salí de allí y me fui para casa de Gloria, no había pasado media hora y me llamaron, señora tiene que venir al hospital ya. Tenía una endocarditis. Duré dos semanas en terapia intensiva. John acababa de llegar, eso fue a finales de noviembre de 1998, en ese momento apenas la relación estaba comenzando y él se mudó conmigo al hospital, yo le decía: soy una persona con una enfermedad cardiaca, es una cardiopatía congénita, eso no tiene cura, tú y yo estamos empezando, sí tú piensas que esto es demasiado para ti, yo te entiendo.  Su respuesta fue: ¿Pero de qué estás hablado tú? ¡Yo estoy enamorado de ti!  A mí que me importa.

Durante esas dos semanas en el hospital y todo el tiempo que duró mi  recuperación, él era el que me cambiaba las agujas de la vía donde me suministraban el antibiótico, eso duró dos meses. El 24 de diciembre de ese año, cuando yo aún tenía la bolsa de solución endovenosa guindando, con mi mano hecha un desastre, John me pidió que me casara con él. ¡Yo no lo podía creer! Yo me decía ¡esto no puede ser! ¡Este hombre de donde salió!

Me recuperé. Y John ha sido para mí, mi ángel de la guarda, mi todo. Yo le digo a él que es la fuerza de mi  corazón y mis pulmones enfermos. Él es el que hace que yo pueda respirar, yo no tengo palabras para describir el amor que yo siento por ese hombre, mi amor por él no tiene dimensión.

Llevamos juntos 20 años. Los primeros 12 fueron muy lindos, a pesar de que me iba deteriorando poco a poco. Llegó el punto en el que tuve que dejar de trabajar, mis médicos me declararon discapacitada laboralmente hablando; porque el glamour lo mantengo, siempre estoy entaconada, bien maquillada y arreglada.

Todos los cardiólogos que yo veía era pediatras, porque son los que pueden tratar cardiopatías congénitas. Los cardiólogos para adultos aquí no se preparan para tratarlas. Así que cada vez que tenía consulta, yo me decía: "aquí viene la vieja", cosa que me encantaba, pues al llegar al consultorio siempre me encontraba con padres de paciente  (niños muy chiquitos) que estaban siempre muy angustiados; y nosotros los venezolanos hablamos con todo el mundo, asi que la sala de espera del consultorio es el sitio perfecto para entablar conversación. Siempre me preguntaban que dónde estaba mi hijo, y me tocaba aclarar que yo era el paciente, cosa que generaba un gran asombro,. Me tomé muy en serio el darles muchas esperanzas a esos padres, explicarles que cuando yo nací no existía ni la cuarta parte de los avances médicos de hoy día y aquí estoy  yo “una vieja” (aunque no me considero vieja, sino forever 21). Me hace feliz ser una esperanza, un ejemplo de que sí es posible una vida para sus hijos.

En el 2010 el electrocardiologo decide hacerme un cateterismo y desde ese día mi vida dió un giro. Allí fue donde se descubrió que la presión de los pulmones estaba muy alta, eso es una hipertensión pulmonar, esto ha sido lo más horrible del mundo para mí, pero yo siempre con mi actitud positiva. Aunque he cambiado, ahora soy más cautelosa, tuve una etapa de muchos miedos. Me colocaron una bombona de oxígeno y al principio no quería salir de mi casa, porque yo, antes muerta que sencilla.

Pasaron 4 años y los médicos decidieron que mi única opción era un trasplante del corazón y de ambos pulmones. Y comenzó una nueva etapa, pues me hicieron un nuevo cateterismo y casi caigo en coma, porque mi cuerpo no aguantó la anestesia. Recuerdo que llegó mi doctor y yo todavía estaba entubada y abrí los ojos, no entendía lo que estaba pasando. Pero para mí lo más terrible de ese momento fue ver a mi hijo y que él me viera a mi así, yo no quería que el viviera esa experiencia. Finalmente me lograron revivir, estuve en terapia intensiva.   

Pasé por todos los exámenes habidos y por haber, el pulmonologo me insistía una y otra vez que mi única oportunidad era  el trasplante. Después de hacerme todos los exámenes me llamaron por teléfono un día, cosa que me traumatizó muchísimo. Simplemente me llamaron a mi casa y me dijeron: “Sra Blanton habla el Doctor para notificarle que usted no califica para el trasplante, veremos que medicina se le podrá dar mientras usted sigue adelante”

Yo estaba en shock, pero a los ojos de los demás: arregladita, maquilladita, pero por dentro me estaba muriendo; muriendo de miedo, pidiéndole a Dios que me diera más vida, que por favor me diera otra oportunidad, porque para mí la muerte está cancelada.

Volví a la consulta con el pulmonologo en la Universidad de la Florida, él me mandó una pastilla que me cayó muy mal,  y se despidió de mí con un gesto de resignación. Durante cuatro meses, no me llamó ni una vez. Yo pensé, este tipo a mí no me va a limitar, yo voy a cumplir 50 años y este médico no  me va a decir a mí que no puedo vivir porque no me puedo hacer un trasplante. 

En ese entonces, yo ya había conocido a un muchacho de aquí de Jacksonville, en la Asociación de Cardiopatía Congénitas, y él también tenía hipertensión pulmonar y una cardiopatía congénita distinta a la mía, y él me recomendó la Clínica Mayo.

Yo estoy muy apegada a una imagen de un Corazón de Jesús, que era de mi bisabuela y que mi mamá llevó para Houston cuando era una bebé y la pusieron en mi habitación. Yo todavía tengo esa imagen y hablé con él, y le dije: chamo vamos a solucionar esto aquí, vamos a ver que hacemos  tú y yo, los médicos pueden decir muchas cosas, pero aquí el que decides eres tú Dios mío. Tú has decidido que yo siga aquí, me haces el favor y me haces la segunda. John se ríe mucho de mí, dice que la forma en que yo hablo con Dios es muy cómica. Pero resulta, que mi relación con Dios es chévere. Nosotros somos panas.

Decidí ir a la Clínica Mayo, allí conocí a varios médicos, mi vida dio un nuevo giro, tengo mis altos y mis bajos. Mi vida ha cambiado totalmente, pero lo que no cambia es mi actitud. Aunque confieso que a veces me provoca decir ya no más, yo no puedo más,  ya está bien, hasta aquí. Pero después vuelve a mí el amor a la vida, mi amor a la vida es demasiado grande.

Durante 20 años yo tomé una medicina llamada cordarone, que es para controlar el ritmo cardiaco, pero es una pastilla con unos efectos secundarios terribles, yo tengo cirrosis cardiaca, parte del problema de los pulmones lo origina esa pastilla, ningún médico me la quitó, hasta que llegué a la Clínica Mayo, allí me está tratando un cardiólogo especialista en cardiopatías congénitas en adultos, me dijo que no entendía como después de 20 años de tomar ese medicamento estaba de pie y me veía tan bien, además no entendía como no me había quedado ciega, pues otro de los efectos secundarios es que se forma glaucoma ocular, lo que ocasiona ceguera.

Me quitaron la pastilla y eso trajo consecuencias. En julio del 2017 comenzó una nueva etapa, me dio una atriafibrilación, los ritmos cardiacos llegaron hasta 125/140, me trasladaron a la Clínica Mayo y allí me hicieron un electroshock para regular el ritmo cardiaco; pasé 3 semanas bien y otra vez volví a caer y me hicieron un nuevo electroshock. Allí conocí al electrocardiologo, que se especializa en ritmos cardiacos, esta persona es un regalo de Dios, es un médico espectacular. Este doctor se ha convertido en mi ángel de la guarda,  me escribe todos los días para saber cómo me siento.

En Octubre de 2017 me hicieron una ablación (van a las venas de tu corazón y allí cauterizan las viejas cicatrices) para que las taquicardias se calmen. El procedimiento duró 7 horas. Gloria estuvo conmigo, me cuidó toda la noche. La recuperación es muy dolorosa, pues al día siguiente sientes literalmente las quemaduras en el corazón. Estoy en ese proceso de recuperación, de buscar una nueva medicina y que mi organismo se adapte, pues mi cuerpo estaba acostumbrado al cordarone.

Con la hipertensión pulmonar, la cardiopatía congénita y mi edad, todo ha avanzado muchísimo. Desde esa época he tratado de informarme, de aprender de mi enfermedad, de lo que me pasa y ahora entiendo la cara de asombro cada vez que un médico nuevo me conoce; siempre me pregunté porque me miraban como un extraterrestre. Ahora entiendo que las personas que tienen atresia  tricuspidea , rara vez sobreviven, los que sobreviven tienen de 6 a 7 operaciones de corazón abierto, desarrollan discapacidades (algunos no pueden caminar, a otros no se le desarrollan los músculos, etc)

Me uní a la Asociación de Adultos con Cardiopatías Congénitas (ACA por sus siglas en inglés) donde he conocido mucha gente. Hace unos 4 años fui a mi primer congreso que fue en Chicago, allí aprendí mucho, me di cuenta de que no estaba sola. En el pasado tuve muchos momentos donde peleaba en mi mente con mi enfermedad, con mis padres por no haberme explicado lo que tenía, y la vida me enseñó después de conocer a tanta gente, de ver a muchachas muy jóvenes que sufren tanto, que mis padres lo hicieron bien. Yo le doy gracias a Dios de que mi papá y mi mamá me dejaron vivir mi vida tranquila. En la asociación he conocido muchachas de 25 años que se miden el pulso cada 5 minutos, pendiente de la pastilla, conocen todos los términos médicos, no viven su vida,  viven la enfermedad.

Finalizando febrero de este año (2018) estuve varios días en el hospital pues tengo problemas con los pulmones otra vez y con las pastillas que me mandan para la arritmia. Mi vida se ha convertido en una serie de altibajos, tengo épocas buenas y épocas malas, tengo momentos donde siento que el final está cerca.

Yo tengo esperanza, tengo mucha fe. Por eso, para mí el éxito es estar enfocada en mi Asociación de Adultos con Cardiopatías Congénitas. El año pasado estuve en otra Conferencia en Orlando, me fue muy bien, conocí muchas muchachas (el 85% de las cardiopatías se da en mujeres y uno de cada 100 bebés nace con algún tipo de ellas)  

La Asociación del Corazón es muy importante, pero la Asociación de Adultos con Cardiopatías Congénitas  es súper importante, pues nosotros somos objeto de estudio, para que esos niños que hoy nacen tengan un mejor futuro. En estos momentos, formo parte de diversos estudios, me están haciendo investigaciones para saber de dónde viene la hipertensión pulmonar, también colaboro con cualquier médico que me pida algo sobre mi cardiopatía, para que estos científicos puedan estudiar mi caso y en un futuro puedan encontrar la solución.También estoy en un grupo de Mujeres con Cardiopatías Congénitas, es un grupo hermoso, lleno de mujeres fabulosas. Ese trascender, es para mí el éxito. 

La felicidad está en la felicidad de los que me rodea, en ayudar a otros. Por ejemplo, tengo una amiga muy joven, también es paciente, ha tenido seis operaciones de corazón abierto, y hace poco le tocó hacerse su cateterismo en la Clínica Mayo y su mamá nunca llegó (tiene grave problemas de alcoholismo) yo fui la acompañé, me la traje a mi casa, la cuidé. Ayudar a otros me hace feliz, hace que dejé de quejarme, viendo eso me digo que soy muy  afortunada, tengo muchas bendiciones, tengo gente que me quiere, gente que me cuida.

Mi próximo sueño es ayudar a todas las Asociaciones a las que pertenezco, es vivir siempre bella y ver ganar a Messi una copa del mundo con Argentina. En mis conversaciones con Dios yo le digo: pana tú no me puedo ir de este mundo sin ver a Messi ganar el mundial. Por eso, cuando Argentina perdió en el último mundial, yo le dije a Dios: ¡ah me estás dando cuatro años más!  El futbol me llena de vida, de pasión, es un escape, es alegría,  y John también lo ama, nosotros hemos ido a ver a Messi cada vez que viene a los Estados Unidos, así me esté muriendo, vamos a verlo. 

Mi futuro es seguir luchando, yo no me voy a dar por vencida, seguiré dando información, ayudando, asistiendo a todo lo que tenga que ver con las cardiopatías, quiero aprender, a mis 52 años todavía siento que tengo cosas que hacer en la vida, disfrutar de las cosas bellas, incluyendo la moda, los zapatos, el maquillaje y a mis perros, que siempre me acompañan, tanto, que ellos sienten cuando tengo taquicardia.

Quiero una vida larga, con felicidad y con mucha dignidad. Siempre sigo aprendiendo, aprendo mucho de las niñas de la Asociación, una de ellas se va a la playa con su bombona de oxígeno, sale con sus amigos, ella me enseña mucho. Fue una muchacha sana hasta sus 20 años, una estudiante activa, atleta. Ahora pasa sus días escribiendo en su blog, enseñando a otros, no nos conocemos personalmente, pero nos queremos mucho, siempre nos llamamos y yo procuro mostrarles que no se enfoquen tanto en la enfermedad, que vivan su vida, que se alejen un poco, porque a veces envuelves tu vida en la enfermedad y eso no puede ser. El centro de la vida no es una enfermedad (o tus limitaciones o cualquier problema)

Siempre digo, si la vida me da limones, voy a hacer las mejores margaritas, nada me detiene. Yo amo mi vida, amo lo que hago, a veces me siento sola, a veces me siento diferente. Tengo una pelea constante, mi mente me dice que haga muchas cosas, pero mi cuerpo no me lo permite, es una lucha que mi corazón y me mente van a ganar porque yo no me doy por vencida. Soy una obra de Dios.



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Por: Bárbara Izquierdo
CEO y creadora de: Bi Consultores
Coach, Conferencista, Empresaria
Libros publicados: El balcón de tus sueños
El cometa saltarín (cuento infantil)
Twitter:  @CelebrityCoach1



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